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La primera vez que escuché este tema, del disco original, poco después de que haya salido, no me gustaba, me parecía una pavada, la decadencia de un artista sensible. Tampoco me gustaba el Charly post- La hija de la lágrima. En ese momento me confortaba pensar que había algo así como dos grandes maneras de hacer música. Los valores que ponía en juego para juzgarla eran bastante retrógados ahora que lo pienso. Con el tiempo, por suerte la vida fue minando mi convicción en determinado cánones y me permitió tener mal gusto y conservar en mí (y esto sin ánimo de vanidad) cierto espíritu diletante que permite tomarse en serio todas las cosas que nos gustan por igual. Y ahora lo único que desprecio es el cálculo por la aceptación o el reconocimiento y la utilización de modelos preconcebidos, peor aún más si está digitado por el márketing. Respeto las producciones que son un experimento llevado con convicción e ideas, por más difusas que estas puedan parecer; antes de celebrar la adecuación virtuosa a la perfección prefiero brindar por algún digno y arriesgado fracaso. Ahora que Calamaro saca un nuevo disco, prolijo, moderadamente agresivo, lleno de invitados pensados para abarcar todo el mundo hispano, valoro a la distancia esa obra intempestiva que es El Salmón.

El tema siempre me pareció terapéutico, aunque da un poco de verguenza cantarlo en primera persona... Pero bueno, tanto escucharlo, que algún día lo quería hacer!

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