Psicología del yo y análisis de las masas

Alguien alguna vez me hablaba de cosas como ser adicto a postear en internet, a mi me parecía una completa pavada, pero cierta atracción (y mi tendencia a simpatizar) le ofrecían una sonrisa. Cuando escucho una canción que me gusta y pienso: esto lo podría poner, siento que caí en la trampa. En los 70 Walsh hablaba de la trampa cultural, de las ocupaciones intelectuales que no permiten distinguir a las formaciones sociales como inherentemente políticas: hacerle el juego a la cultura sería creerla aislada y no enfocarse en las contradicciones fundamentales, en su caso, la lucha social, la revolución. Por eso Walsh abandona la literatura y se dedica al periodismo.
Es claro que ahora las cosas están menos claras, la trampa cultural acaso sea el eslogan como pensamiento, el desarrollo de la imagen del yo que antepone el "ser visto como" a cualquier otra cosa. Creo que internet es el cadalso, pero puede ser también el espacio de alguna forma de puesta en entredicho de lo mismo que la hace repugnante. Claro que internet no es el mundo y no todo en ella es "egonet", para usar como homenaje (o reproche) una expresión de quien me inició, un poco indirectamente, en el interés por estas cosas. Entonces? este post se deshace y la idea de postear un tema se vuelve poco auténtica, narcisista o superflua. ¿Hago psicología? Claro que sí! y es circular y es un embole (para blogs de interés general tengo otros), quería ajustar cuentas por última vez con mi yo virtual.

Putear a tiempo


A veces hay que putear a tiempo, después es tarde y vuelve la simpatía (o la indiferencia) por el mundo y uno se olvida de las cosas miserables que fue capaz de hacer, que dejó hacer, que otros le han hecho. Y en vez de guerra, muerte en el campo de batalla, o armisticio, queda una pegajosa sensación de intrascendencia, de estupidez, de cobardía.
¿Es el aburrimiento un estado de ánimo burgués? O al contrario, es la puerta de entrada a alguna forma de vida posible que se sustraiga del mandato de la productividad y de la diversión; binomio que complementa y coloniza nuestra capacidad de accion, nuestros placeres.
Ya sé, ya sé, no hay que evaluar nada a la hora del crepusculo, todo se cubre de cenizas o se carboniza por dentro, se rompe en las manos, dejándolas negras, no se puede tocar ya nada, ni comerse las uñas te queda.
¿Nuestra insatisfacción es el síntoma de una cultura podrida, o el producto de una época que nos forjó con el ideal de bebés que nunca se despiertan meados? ¿Estamos más allá o más acá de la capacidad de sobrellevar la dificultad de encarnar la pasión y asumir el riesgo del proyecto?.
Uff, cuánta abstracción.

Todo va bien?


Hay una tendencia tentadora por comenzar a escribir para contar el naufragio imaginario (de la imaginación?) del fin de la noche. A la vez, me acuerdo de una canción que canté en la cabeza en el parque al sol, hacia el mediodía, en sintonía con una radio que antes hubiese incendiado todo el aire. En la canción no importa nada, o casi absolutamente nada, y es liberador, y un poco triste también. Pienso en la hermosa parte de la película que pasamos ayer, del director que combina como nadie (como yo aún no puedo) el amor, la política, y el mundo entero, sin resoluciones grandilocuentes, claro. Por eso, no me animo entonces a hacer una figura clara de ese rejunte papel crepé, colorido, pero algo arrugado, cuando aclara, en los rincones de la fiesta. No hay imagen final, solo un lento ejercicio de asimilación, trabajo, distracción, o lo que sea que funde la experiencia, de lo que no sabemos, lo que surga más tarde, o nos espante con su ausencia.

Alguien dijo también, temprano en mi mañana, durante unas jornadas de filosofía, luego de unas ponencias de política: “el diagnóstico es admirable, el panorama es desolador”. Se habló de un lugar imposible, supongo que a las 5 de la mañana acá, entre estas teclas, todo adopta un aire de imposibilidad irremediable, una facilidad de abandonarse, como más tarde al viento de la avenida. Pero todo es un poco pegajoso y prosaico. Me hace recordar que alguien habló de la plata, del tiempo robado a la productividad dominante…. Y me acordé, mientras intentaba rastrear algo de Brecht, de una obra en la que aparece una ciudad en la que todo está permitido, si tenes plata… Creo que la idea más interesante de hoy fue algo, más o menos, contrario a eso. Quiero un freno y más viento, al mismo tiempo; cerca de todo esto, pero que se vuelva casi irreconocible.

She's my baby



I: me enteré (adiviné en un solo intento) que tenía 20, cuando alguien empezó a hablar del paso del tiempo y cosas así. Irina, como el resto de las chicas, baila afro, tiene una piel exiquisita, fuma poco porro, y creo que no ve con agrado a los borrachos. Se aburre un poco (reconció riendo) cuando la gente habla y prefiere hacer algo: se pasó casi toda la noche con B en la cocina.

B: Una chica superpoderosa, tal como le sugerí ser bautizada, cuando me enteré que no solo había amasado pizza para ocho, sino que también iba a hacer brownies. Su madre, chef macrobiótica, le enseñó a cocinar. No le gustan las fotos ni ser elogiada públicamente. Creo que finalmente pensó que hablo demasiado.

L: Era su casa, ella es masajista, de la onda espiritual, una pipa de agua entre el guacamole y la cerveza, que consume demasiado rápido, muchas revistas thc y ganas de reirse. Me pidió mi número, como para pasarme unas fotos posando con cogollos de bigote, pero nunca me mandó nada. Creo no lamentarlo

X: Había alguien más que cantaba, mezcla de simpatía, profesionalidad y un extraño fondo de perversa niña exploradora.

Las pelotas



Salgo a la noche
a buscar amor,
el día no fue tan malo hoy,
no importa
lo que me dijiste ayer,
verás que hoy estoy mejor.

Tengo un chupetón
que me hace reír,
tengo un chupetón
que me hace feliz
y me siento bien,
qué felicidad,
no siento dolor
con el chupetón.

Nuestra esquina
tiene otro color,
ayer no la veía así, como un ángel
te veo llegar,
te acercás
y empezás a gritar.

Quiero un chupetón
que me haga reír,
quiero un chupetón
que me haga feliz
y sentirme bien,
qué felicidad,
no sentir dolor
con el chupetón.

Quiero un chupetón
que me haga reír,
quiero un chupetón
que me haga feliz
y sentirme bien,
qué felicidad,
no sentir dolor
con el chupetón.

O al revés


Otra vez el síndrome de ver la tarde sol pasar por la ventana. Desde las tres, hora en la que resucité, con algo pensando en mí, como dice la canción: "Después de un baño cerebral ya estaba listo para ser amado..."
Pero ahora ya es de noche, y espero que me llamen, para compartir unos mates y decirle adios al dios del fin de semana. En estos momentos, tengo esa exagerada sensación romántica de querer morirme porque parece que no se le puede agregar nada más a una canción cualquiera. Pero a la vez pienso que son ciertas extrañas ganas de sonreir por puro decisionismo. Acaso la mejor forma de enfrentar el temor al tiempo, de manejar la confusión de dar vueltas por cubierta, sin saber bien cómo se acomodan las velas, para que el entusiasmo se sacuda de coraje, o al revés. Qué solemne. O al revés. Ya llamaron.

Luzbelito pregunta (una y otra vez)



Hace poco leí una entrevista a Fabián Casas, en la que decía que el mayor problema que veía en los jóvenes escritores, era la tendencia a escribir "para" alguien; lo que más le molestaba era identificar gestos cómplices o de escuela que (puestos de forma intencionada o no) ya esterilizaban la potencia singular de lo que se venía diciendo. Otro escritor, del cual ahora no recuerdo el nombre, decía que lo que más le costaba era manejar la ansiedad de darle tiempo a las cosas que hacía, antes de mostrarlas o subirlas a su blog. Parece que tener demasiado presente la mirada de los otros te jode. Hay una obra de teatro "A puertas cerradas", en la que el infierno es una habitación en la que se está con otras personas, sin espejos y sin poder dormir.
Yo no soy escritor ni quiero serlo, y creo que voy dejando de ser joven o me vuelvo inmortal, sin embargo pienso en esto de "ser para" en general y si habrá (o debería haber) escapatoria posible. Es sabido, uno siempre es para otro, desea a otro, desea el deseo del otro, desea lo que el otro desea, y así, en una alegre o sangrienta lucha por el reconocimiento. ¿Ahora, esto es posible de ser cambiado cuando se consolida algo así como una "personalidad"?. ¿O ésta no es más que un cúmulo de otros introyectados, de los cuáles hemos olvidado su procedencia y ahora definimos como "nuestros valores"? ¿De dónde proceden? ¿Se trata acaso de un ideal del yo, un "deber ser" incolmable que siempre estamos intentando llenar frente a un Otro? ¿y los otros serían unas tantas instancias temporales que, una vez conquistadas, abandonaríamos como espejos ya opacos...? ¿Hay una elección posible en este proceso? ¿Qué tiene el otro que nosotros queremos? ¿O sólo lo "tiene"?
Hay una definición célebre del amor: "Uno da algo que no tiene a alguien que no es", en el sentido de que ambos miembros de la pareja son construcciones imaginarias, el amante supone al amado algo decisivo y vital que le falta, pero que en algun punto, es una x indeterminada o inexistente. Por eso es tan raro que se enamoren de uno, la presión de saber que en el fondo hay un poco de engaño o de puesta en escena. A mi en este caso a veces me gusta, es como una película... si uno hace pactos para verse cada tanto fuera de set sin complicarse.
En fin, extrapolo esto a otras relaciones y ámbitos (acaso más políticos, acaso más urgentes) y pienso en qué es eso decisivo que nos hace desear (o que le pone primera al deseo, que ya es algo) ¿es algo irracional y caprichoso, que podría ser cualquier otra cosa? ¿Vivimos sometidos por una maquinaria que nos convierte en zombies incluso cuando creemos desarrollar lo más auténtico de nosotros mismos? Tal vez sea mucho psicoanálisis, no?
Me cansé de escribir... además no sé si mi reflexión llega más lejos, supongo que ahora viene la parte que afirma una posibilidad vincular desalienada y productiva... A quién se le ocurre? La mía si ve luz se gasta, ¿Por qué desear? Porque deseamos... ah misterio, que no explicas nada y me fascinas x)

Hoy: Salmón



Lo que dejo en el camino
se lo regalo a mi vecino
el yogur casi vencido
que lo coma hoy
más de un día no le doy
para pudrirse en la heladera
que es de todo la primera
que recibe este bajón
aunque su satisfacción es algo impura
no alcanza, por más que lo intente
pan y mermelada
no son frutas maduras
igual está bien, para un cerebro inflado
a una hora como esta,
sé, debería estar acostado
que la noche se termina y mañanas asesinas
nos esperan
al abrir los ojos
en la cama (conmigo igual vacía)
que pega un salto y sale
mientras grita:
hay un montón de día