Sálvame María


Él caminaba aturdido de ansiedad y aburrimiento, pensando en que los medicamentos son caros para el poco efecto que hacen, y de algún modo se encontró de nuevo en ese lugar (común y miserable), sintiéndose un esclavo de la terapeútica, química y simbólica, resistiéndose con lo que que le quedaba de autoironía (o de indiferencia), para no caer en tediosas y ridículas disquisiciones acerca del sentido de la vida o, al menos, de los planes de esa tarde.
Todos estos pensamientos sombríos (demasiado sombríos para el día de sol que anuncia el verano) seguramente no se traducían en su cara, que generó algún interés en la chica que cruzaba la misma calle, del mismo barrio y a la misma hora, pero que pareció querer irse a otro mundo cuando giró violentamente su mirada hacia la calle. No parecía, sin embargo, de las lindas que jamás quieren ser vistas mirando, porque asumen que son ella el objeto codiciado (por envidia o deseo) de cualquier otro mortal civilizado.
Él prefirío sonreir suavemente, al tiempo que lamentaba, en un reflejo de vanidad incontrolable, no andar mejor vestido. El mismo reflejo de vanidad que inicialmente supuso que ella miraba con algo más que algún deseo antropológico o pictórico; un reflejo de vanidad que se apagó en el deseo pantanoso de estar solo. Una fuga calculada en un chispazo, como sonreir al aire ausente y dar todo por perdido de antemano, tal vez porque ya no sé sabe bien a qué se está jugando.

4 comentarios:

  1. Estuve tratando de localizar esa foto que pusiste. ¿De qué película es?

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  2. de vivir su vida (vivre sa vie) de Godard.

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  3. Sí, te estaba por poner que ya lo había descubierto :)


    Saluditos!


    PD: Me podrás prestar el librito ese que me habías dicho?

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  4. Dale, lo busco y te lo llevo el jueves.

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