No quiere decir



Se han escrito infinitas cosas sobre los domingos. Más me llama la atención lo mucho que se escribe los domingos, hacia el atardecer, cuando la convención declara la la hora de la angustia, suena la música, la gente se agrupa, de manera personal o virtual, para gambetear el cerco imaginario que parece posarse sobre la porción de tiempo que va del ocaso a la hora de dormir. Los domingos se separan los amantes, se reconcilian, y a veces también se extrañan desesperados, para arrepentirse, de manera juiciosa y aliviada, los lunes por la mañana. Los domingos la gente se deprime porque no tiene planes, u ocupa su tiempo sacándolos a relucir, como frágiles miniaturas, y luego los vuelve a guardar, entre telas rojas, café y restos de tabaco.
Los domingos son ideales para jugar al fútbol, coger, o cualquier cosa que te saque de vos mismo y te arroje al fin del día cansado y hambriento, como un animal que escapó de una cacería. Los domingos las personas suelen hacer autoanálisis, hoy en particular, la eliminación de Argentina en manos de la juventud hitleriana tiñe todo de un clima de fin de fiesta. Todos intenan solidificarse de algún modo, los domingos son el día en que las cosas se hace como de aire...
Pero hoy también parece un domingo de verano, en el qué me pregunto qué hago en mi casa y a quién se le ocurre, como decía (antes) siempre Charly, tener más de 15 años.

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